domingo, 23 de marzo de 2014

Ojos entrecerrados.

En los últimos días, casi no he salido de casa. Estoy un poco cansado. Con ganas de hacer todo y sin poder hacer nada. Pero aun encerrado en mi cuarto, encuentro uno que otro pretexto para escribir. En mi pared, tengo el retrato de un niño que en sus manos sostiene un letrero, un mensaje: Sonríe. Y ese cuadro tiene su historia.

Poco más de un año antes de entrar a la UAD, compré un caballete portable con ayuda de mis padres. Lo llene con cuanto óleo, acuarela, pinceles y lápices se pudo. El resto del año me dediqué a viajar por mi estado en el proyecto de caravanas culturales (CONAFE), y sin importar nada, siempre lo tenía conmigo.

Comencé a pintar a los 9 años, con el tiempo se volvió algo más que un gusto. La pintura es la base y esencia de mi creatividad, de alguna manera el resto de mí se enlaza con ella. Dejar de hacerlo no es una opción, lo necesito y lo disfruto. Cuando comencé a empacar para venir a Guadalajara, lo primero de todo fue mi caballete. Representa el tener en una sola mano, todo lo que necesito para crear y transformar lienzo en obra. 

Durante mis viajes pinte varios cuadros. Pero este en especial que conservo conmigo. Dicen que cuando las personas mueren no te quedas con los recuerdos, sino con las sensaciones. Y cuando ves un cuadro pintado hace tiempo es igual. Cuando vuelvo a ver esa imagen, todo viene a mi.

Yo me encontraba en una región muy alejada, desértica, con muy pocos habitantes; no tenía demasiado trabajo y pero tampoco podía volver a casa. Los alumnos de ese lugar tenían serios problemas de conducta y aprendizaje y sus padres, desidia por ello.

El ambiente me sofocó y comencé a desesperarme, pero entonces recordé como llegué allí. Recordé a mis primeros alumnos y que había prometido volver con ellos y sobre todos, recordé a un pequeño que siempre me hacía sonreír, Fher. Cuando llegue a su escuela (en septiembre de 2012) captó por mucho mi atención, es un niño pequeño muy dulce y activo, inteligente. En ese tiempo cargaba con migo un traje de payaso para jugar con los peques, Fher me lo pidió desde el primer día y siempre que lo usaba me parecía de lo más tierno y cómico. 



Al recordar eso, comencé a pintar. Este cuadro representa para mí, mucho más que una palabra alegre, es una forma de recordarme día con día que hay razones para creer y trabajar; es inspirarme y recordar el compromiso que eh asumido con migo mismo de lograr salir adelante. Es recordar mi casa, los buenos momentos, mi tierra, el cielo de mi estado y a mi familia, recordar todo lo que me hace sonreír y creer en lo que vendrá.

Pero en días como hoy, el recuerdo sabe amargo y el presente parece un patético cadáver del pasado. Hay días, como hoy, en que solo se ve pasar la luz, esperando que termine. Pero cuando por fin pasa, la verdad es que, termina siendo igual que un día acabe, y otro empiece.

domingo, 16 de marzo de 2014



Echo en México



“Yo me comprometo a vivir con intensidad y regocijo, a no dejarme vencer por los abismos del amor, ni por el miedo ni por el olvido […]. Me comprometo a perdonar los abandonos, a no desdeñar nada de todo lo que me conmueva, me deslumbre, me quebrante, me alegre. […] . Y nada abreviaré que deba sucederme: ni la pena ni el éxtasis para que cuando sea viejo tenga como deleite la detallada historia de mis días.”

― Ángeles Mastretta, La emoción de las cosas





El día de ayer vi el documental “Echo en México” la cual se estrenó en 2012. Con la participación de varias docenas de artistas, un puñado de sociólogos, algo de periodistas y mucho, muchos mexicanos. Esta película es por mucho uno de los mejores documentales que he visto.

Sin intentar aparentar una formalidad innecesarias, ni caer en virtuosismos moralines o datos técnicos sin importancia. La película se lleva las palmas al crear un ritmo continuo y divertido. Entre muchos colores, paisajes rurales y citadinos, personajes de la vida diaria y música, mucha música. Así generan una clara imagen del México contemporáneo.

Especialmente ese último elemento, la música, en la poesía y el color que coloca (literalmente) el ritmo a la película. En ella se sintetizan idean, experiencias, vivencias, pero sobre todo un reflejo de la cultura e identidad de las diferentes personas que componen el mosaico de mi país.

Creo que de esta forma, lograron sintetizar en unos cuantos minutos algo casi mítico, la identidad Mexicana. Por qué en una época actual, donde muchos hablan de una colonia cultural por parte de los Estados Unidos o de un abandono de las tradiciones; Encontrar el arquetipo del /la mexicana es una misión perdida. Amenos que se tenga un la vista (y la mente) lo suficientemente abierta para ver más de una forma. 


Desde las comunidades “lejos de las manos de dios”, hasta las ciudades “tan cerquita de los United States”. Desde el México del día a día en las calles, en el trabajo o en la búsqueda de uno. Hasta el México mágico, fantástico, de ríos cargados de oro y vida. El espíritu del mexicano bravío y del mexicano mal herido. Todos ellos y todas ellas, proyectados uno por uno. Y a su vez todos juntos.

Y creo que esa es la realidad de nuestro país. Una serie de piezas, fragmentos con bordes difusos. Que a su vez se dispersan por nuestro territorio eh incluso más allá de las fronteras. Y que en la cercanía, podrían dar la impresión de ser unas sin las otras. Pero a las distancia, se revela la homogeneidad de las piezas. 

Todas unificadas por ciertos rasgos en la idiosincrasia, en la cultura, en las tradiciones, en la herencia de la matria y la patria. Pero sobre todo, nos unificamos en lo más cotidiano, los hábitos invisibles, en los mitos y las historias, en una esencia intangible. 

Bonito, es ser mexicano.

domingo, 9 de marzo de 2014




Yaka




Había estado encerrado toda la mañana trabajando, así que baje por algo de comer. Sobre la mesa del comedor vi una enorme sandía con la piel cubierta de pequeñas espinas. Un pedazo se desprendía de ella. El centro tenia u color amarillo brillante, con una textura carnosa y tendones gruesos y blancos. El cuarto entero parecía envuelto en olor a frutas. 
Me ofrecieron probar un poco. Era una fruta llamada Yaka. Cuando la mordí fue una extraña combinación de sabores y texturas. Aunque es una fruta, tiene una pulpa muy firme como la carne. Y al mismo tiempo tiene un juego dulce y suave que la cubre casi por completo. Su sabor es muy particular y exótico. Como una combinación de frutas frescas como mango y piña. Aunque lo más parecido que había probado antes, era el maracuyá (descartando el característico acido).

Pero lo que más me llamo la atención, fue lo fértil que parece ser la fruta. En primer lugar el gran tamaño que tiene es inusual para una fruta cuyo contenido es mayoritariamente sólido. A diferencia de la sandía, que crece gracias al agua. La yaka parece un gran vientre de azúcar amarilla. 

El olor que desprende es fuerte, profundo y no solo lo despide la pulpa. Poco después de comerla, la cascara comienza a desprender su fragancia con una fuerza aún mayor. Deje la piel de la Yaka en mi habitación durante toda la noche. Aun en la mañana el olor era fuerte y dulce.

La Yaka tiene un inusual tamaño para ser una fruta,
en especial, una que crece en arboles.

Además, en una sola noche, la planta se cubrió con pequeños brotes de moho. Al principio pensé que se trataba de un proceso de descomposición. Pero luego me di cuenta que la fruta que quedaba en las paredes estaba casi intacta. Lo que veía eran las esporas que el viento trajo, y germinaron durante la noche.

Marquetería echa con madera de Yaka
Así que me puse a investigar un poco. Descubrí que la planta es originaria de la India. Es la fruta nacional de un país (Bangladés). Y de alguna forma llegó a México y ahora en cultivada en Nayarit y Veracruz. En este último, es conocido como el “Viagra Jarocho”. Además, su madera es considerada preciosa por su pigmentación fuerte.

Por último, encontré una receta que les voy a dejar a continuación. La Yaka es un fruto muy grande y es invadido rápidamente por mohos. Por esa razón, si algún día consigue alguna, tal vez les cueste acabársela entera. En ese caso lo más práctico es convertirla en agua. 

Necesitan:

· 6 tazas de agua

· Hielo al gusto

· 2 cucharadas de miel de agave

· 1 taza de yaka 



Preparación:

Cortar la yaka en trozos y retirar las semillas. En una jarra disolver el agua con la miel. Colocar los trozos de yaka en la licuadora y agregar un poco del agua con miel. Licuar. Verter la mezcla en la jarra con el resto del agua. Servir en vasos con hielo.

Si se les dificulta la preparación, aquí les dejo un video: