Los chicles III
Después del primer timbre del teléfono, los tres se miraron entre ellos. Abi y José comenzaron a discutir entre susurros, como si el teléfono los estuviera escuchado. Cuando sonó por segunda vez, José y Abi se acercaron a él mientras Carlos se petrificaba en una silla.
—Tienes que contestar, tú eres el gerente. —Dijo Abi un poco asustada.
—Sí, sí, yo contesto. Pero que le digo.
— ¿Pues qué le tienes que decir? Ni que nos estuviera espiando como para que ya sepa que pasó.
—Sí pero…
El teléfono sonó por tercera vez y José levantó la bocina automáticamente. Tenía las manos temblorosas y llenas de sudor. Dio una gran bocanada de aire y hablo lo mejor que pudo.
—Buenas tardes señor Yasâr. Habla José, en que puedo servirle.
—José he dicho yo a ti que no hablar de tu, solo di Rakin. Tú eres amigo, no me hables como a clientes. —Dijo del otro lado del teléfono el dueño del local 7-B con su característico asentó libanes.
—Lo siento señor Yasâr, digo Rakin eh… dígame, le puedo ayudar en algo ¿Por qué llama?
—Yo solo quería saludar y saber cómo van ventas de hoy.
—Bien, muy bien, todo va está en orden señor.
—Ah muy bueno, muy bueno anchiria. Yo voy visitar local por la tarde…— Al escuchar eso el cuerpo de José se enfrío rápidamente y por poco deja caer el teléfono—… no te he visto desde tiempo largo, ni a los demás. Voy a estar allí cuatro de la tardes, compra un de esos bebidas de fresa de otro día para mí.
—Sí señor perdón, Rakin. Yo se la tendré lista cuando usted llegue.
—Bien. Te veré en la tardes.
La llamada termino. Tan pronto como colgó el teléfono José soltó un pequeño chillido ahogado.
—Que pasó, que te dijo — Le preguntó Abi.
—Va a venir, el señor Yasâr va a venir a las cuatro.
Durante los siguientes cinco minutos José les explico a Carlos y Abi lo que ocurría. Tenían hasta las cuatro de la tarde para recuperar la joya o arriesgarse a ser descubiertos por su jefe. En el centro de la plaza, suspendido a una altura mayor que el local 7-B, un reloj enorme y verde señalaba las 2:22 de la tarde; no tenían mucho tiempo.
Carlos pensó que podrían reemplazarla con otro artículo, entre tantas piezas, nadie notaría la diferencia. Abí pensó en no hacer nada, y si el señor Yasâr notaba la diferencia, podrían decir que la pieza había sido vendida.
A José no lo convencía ninguna de las dos ideas. Aunque es cierto que su jefe era bastante distraído en los detalles, era muy bueno paras las cuentas y los negocios. Parecía tener un instinto casi natural para ello. Hacía falta solo una pista para que sospechara de un error y si descubría que su tienda fue robada y sus empleados no lo habían reportado, les iría muy mal.
Cualquiera deduciría que ellos eran los ladrones sino ¿Por qué ocultar las pruebas?
—No —Dijo finalmente José— si no logramos recuperar el collar para las cuatro de la tarde, tendremos que decir la verdad.
—Pero que hay del video. Cuando Rakin lo vea, va a pensar que fue uno de nosotros. Es imposible que alguien que no conozca el local logre hacer un robo como ese. José, tu eres el único que tiene llaves, vas a ser el primer sospechoso.
—Lo sé, pero tal vez en las cámaras de la plaza se vea al ladrón. Lo mejor va a ser dar el reporte a seguridad, de todas maneras el Rakin se va a enterar de esto.
—Bueno, podríamos ir con Memo —Dijo Abi.
— ¿Cuál Memo? ¿Don Memo de los dulces de enfrente?
—Sí, él tiene una cámara fuera de su local todavía. Podríamos ver si sale el ladrón, antes de dar el informe a seguridad. Porque si no se le ve la cara o algo, te van a echar la culpa a ti.
—Tienes razón.
Tomaron uno de los catálogos donde venía el collar robado y los tres salieron del “Joaillerie Française”. Cruzaron rápidamente el pasillo bajo el gran reloj verde que marcaba las 2:32. Y se acercaron al local 7-A, “BoK2” una tienda en pintada en blanco y rosa con dulces por todas partes.
Al entrar se acercaron a la caja, en ella estaba Don Memo con su barriga rosando la caja registradora. Saludo a José y los demás con una sonrisa que resaltaba sus cachetes rojizos.
—Hola muchachos que gusto verlos. ¿Que cuentan los niños trajeados del 7-B?
—Hola Don Memo, gusto en verlo. —Respondió José que al igual que los demás, se olvidó un instante de sus problemas al ver a la amigable sonrisa de su amigo.
—Hace un tiempo que no me visitaban, díganme, que se les antojó.
—No Don Memo, no veníamos a comprar.Lo que pasa es que queríamos pedirle su ayuda.
—Pa´ que soy bueno chicos.
—Mire, estamos atravesando por un inconveniente en la tienda y no tenemos mucho tiempo. Voy a ir directo al grano, si no es mucho pedir ¿Nos podría dejar ver la cinta de la cámara de seguridad que tiene afuera?
—Hay chicos, lo siento. Desde que firmamos el contrato de seguridad de la plaza, quite la cámara de afuera. Las cámaras que pusieron ellos están mucho mejor y salían más barato.
— ¡AH! No puede ser.
José comenzó a caminar en círculos mientras Abí trataba de calmarlo. Don Memo no entendía lo que estaba pasando y trato de hablar con él. Carlos que se mantenía más tranquilo, le explico la situación, al fin de cuentas él era un amigo y alguien de confianza. Le conto sobre el collar, sobre su robo el día anterior, el hurto fantasma, la silueta misteriosa y la visita de Yasâr.
— ¿Y cómo era el collar que se perdió? —Preguntó Don Memo y Carlos le enseñó una foto del catálogo que llevaba consigo.
Vio la imagen sin mucho interés y volvió la mirada a los jóvenes. Pero cuando estaba a punto de hablar, Don Memo regreso los ojos a la foto del collar. Esta vez lo observo y a medida que lo hacia su rostro comenzó a cambiar.
José y Abi notaron eso y se acercaron. Don Memo continuaba viendo fijamente la imagen mientras los demás lo miraban fijamente a él. Permanecieron así durante unos segundos hasta Don Memo habló:
—Muchachos, no vayan a pensar mal pero bueno…
—Que pasa Don Memo. —Dijo Abi contagiada por la tensión del momento.
—Creo que yo tengo el collar.