Ojos entrecerrados.
En los últimos días, casi no he salido de casa. Estoy un poco cansado. Con ganas de hacer todo y sin poder hacer nada. Pero aun encerrado en mi cuarto, encuentro uno que otro pretexto para escribir. En mi pared, tengo el retrato de un niño que en sus manos sostiene un letrero, un mensaje: Sonríe. Y ese cuadro tiene su historia.
Poco más de un año antes de entrar a la UAD, compré un caballete portable con ayuda de mis padres. Lo llene con cuanto óleo, acuarela, pinceles y lápices se pudo. El resto del año me dediqué a viajar por mi estado en el proyecto de caravanas culturales (CONAFE), y sin importar nada, siempre lo tenía conmigo.
Comencé a pintar a los 9 años, con el tiempo se volvió algo más que un gusto. La pintura es la base y esencia de mi creatividad, de alguna manera el resto de mí se enlaza con ella. Dejar de hacerlo no es una opción, lo necesito y lo disfruto. Cuando comencé a empacar para venir a Guadalajara, lo primero de todo fue mi caballete. Representa el tener en una sola mano, todo lo que necesito para crear y transformar lienzo en obra.
Durante mis viajes pinte varios cuadros. Pero este en especial que conservo conmigo. Dicen que cuando las personas mueren no te quedas con los recuerdos, sino con las sensaciones. Y cuando ves un cuadro pintado hace tiempo es igual. Cuando vuelvo a ver esa imagen, todo viene a mi.
Yo me encontraba en una región muy alejada, desértica, con muy pocos habitantes; no tenía demasiado trabajo y pero tampoco podía volver a casa. Los alumnos de ese lugar tenían serios problemas de conducta y aprendizaje y sus padres, desidia por ello.
El ambiente me sofocó y comencé a desesperarme, pero entonces recordé como llegué allí. Recordé a mis primeros alumnos y que había prometido volver con ellos y sobre todos, recordé a un pequeño que siempre me hacía sonreír, Fher. Cuando llegue a su escuela (en septiembre de 2012) captó por mucho mi atención, es un niño pequeño muy dulce y activo, inteligente. En ese tiempo cargaba con migo un traje de payaso para jugar con los peques, Fher me lo pidió desde el primer día y siempre que lo usaba me parecía de lo más tierno y cómico.
Al recordar eso, comencé a pintar. Este cuadro representa para mí, mucho más que una palabra alegre, es una forma de recordarme día con día que hay razones para creer y trabajar; es inspirarme y recordar el compromiso que eh asumido con migo mismo de lograr salir adelante. Es recordar mi casa, los buenos momentos, mi tierra, el cielo de mi estado y a mi familia, recordar todo lo que me hace sonreír y creer en lo que vendrá.
Pero en días como hoy, el recuerdo sabe amargo y el presente parece un patético cadáver del pasado. Hay días, como hoy, en que solo se ve pasar la luz, esperando que termine. Pero cuando por fin pasa, la verdad es que, termina siendo igual que un día acabe, y otro empiece.