Reflexiones en torno al arte I
El ser humano, se destaca entre los animales por su
pensamiento. Pero sobretodo, por su gran capacidad trasformadora. Entendiendo
como transformación a todas las actividades que utilizan los recursos
disponibles para crear. Las herramientas, las casas, ropa, son ejemplos
claros; pero también evidencias de un fenómeno más complejo, me refiero a la
apropiación del medio, la “praxis social”.
Cuando el ser humano transforma un pedazo de piel en su
ropa, ese elemento natural y libre, pasa a ser una creación humana y por lo
tanto una pertenencia del individuo, y aún más importante, del género humano.
Debido a que ahora se atenderá a la concepción humana para ser “ropa”.
Como menciona Héctor Ceballos: “En efecto, los hombre y las mujeres realizamos una actividad practica
y colectiva que por un lado transforma el ambiente natural que nos rodea y por
el otro, constituye el fundamento y el origen de la riqueza material y cultural
de cada sociedad.”[1]
Esta riqueza a la que se hace referencia es la obvia
consecuencia de la praxis social, la cual se alimenta del entorno para obtener
un beneficio práctico. El producto
de esta actividad transformadora es puramente material y cualquier elemento
sentimental o metafísico, es adherido. No se concibe en la naturaleza objetiva de ninguna creación, muestra alguna del espíritu humano.
Ahora, si el ser humano actuase de la misma manera que
sus familiares animales, la apropiación física del medio hubiese bastado para el sobrevivir inconsciente. Pero una
capacidad cognitiva muy superior, se tradujo en la necesidad de mirar,
interpretar y replantear la realidad. Es por este proceso de creación (transformación y recreación del medio) que, el humano se abastece de alimento “espiritual”.
Pero, ¿No sería la obra artística, solo una
transformación más de la materia? ¿Que lo hace diferente?
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