domingo, 6 de octubre de 2013

Reflexiones en torno al arte I


El ser humano, se destaca entre los animales por su pensamiento. Pero sobretodo, por su gran capacidad trasformadora. Entendiendo como transformación a todas las actividades que utilizan los recursos disponibles para crear. Las herramientas, las casas, ropa, son ejemplos claros; pero también evidencias de un fenómeno más complejo, me refiero a la apropiación del medio, la “praxis social”.

Cuando el ser humano transforma un pedazo de piel en su ropa, ese elemento natural y libre, pasa a ser una creación humana y por lo tanto una pertenencia del individuo, y aún más importante, del género humano. Debido a que ahora se atenderá a la concepción humana para ser “ropa”.

Como menciona Héctor Ceballos: “En efecto, los hombre y las mujeres realizamos una actividad practica y colectiva que por un lado transforma el ambiente natural que nos rodea y por el otro, constituye el fundamento y el origen de la riqueza material y cultural de cada sociedad.”[1]


Esta riqueza a la que se hace referencia es la obvia consecuencia de la praxis social, la cual se alimenta del entorno para obtener un beneficio práctico. El producto de esta actividad transformadora es puramente material y cualquier elemento sentimental o metafísico, es adherido. No se concibe en la naturaleza objetiva de ninguna creación, muestra  alguna del espíritu humano.

Ahora, si el ser humano actuase de la misma manera que sus familiares animales, la apropiación física del medio hubiese bastado para el sobrevivir inconsciente. Pero una capacidad cognitiva muy superior, se tradujo en la necesidad de mirar, interpretar y replantear la realidad. Es por este proceso de creación (transformación y recreación del medio) que, el humano se abastece de alimento “espiritual”.

Pero, ¿No sería la obra artística, solo una transformación más de la materia? ¿Que lo hace diferente?





[1] CEBALLOS, Garibay, Héctor. El saber artístico Coyoacán: México 2003. Pág. 19

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